Nutrición: ¿Son insanos los edulcorantes artificiales?

NUTRICIÓN: ¿SON INSANOS LOS EDULCORANTES ARTIFICIALES?

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18/01/2016 12:30:00

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Blog «El Comidista». El País.

El abuso del azúcar en la alimentación occidental es una de las amenazas para la salud mejor contrastadas del momento. A remolque de esta tendencia, el consumo de edulcorantes artificiales ha crecido mucho en los últimos años. De la sacarina al aspartamo pasando por la stevia, ¿qué hay de cierto en la leyenda negra de estos productos?

La cruzada antiazúcar es una de las modas dietéticas con mayor proyección de la actualidad, y hay razones de peso que la justifican: el abuso del mismo en la alimentación occidental es, con poco género de dudas, una de las amenazas para la salud mejor contrastadas del momento.

A remolque de esta tendencia, los edulcorantes artificiales se han convertido para muchas personas en una solución virtual que permite evitar las consecuencias metabólicas del abuso de azúcar, sin tener que renunciar por ello al sabor dulce.

Pero los edulcorantes artificiales son, a su vez, una fuente inagotable de mitos que advierten de unos supuestos efectos negativos para la salud.

Sacarina
La primogénita de la familia, fue descubierta en 1879 por casualidad mientras dos químicos (Fahlberg y Remsen) realizaban experimentos relacionados con la oxidación de distintos compuestos derivados de la hulla. Al final, ambos descubridores no acabaron muy bien y Fahlberg, verdadera alma mater del asunto, patentó el invento mientras dejaba al margen a Remsen. Si bien al principio esta sustancia pasó más o menos inadvertida, su uso se empezó a generalizar durante la escasez de azúcar de la I Guerra Mundial.

Hoy la sacarina es un edulcorante autorizado por la EFSA (Autoridad de Seguridad Alimentaria) y la podemos encontrar mencionada como E 954. Como buena parte de los aditivos autorizados, la sacarina tiene también asignado un valor (máximo) de Ingesta Diaria Admisible (conocido como IDA), en concreto de 5,0 mg de sacarina al día por kilogramo de peso corporal. Su dulzor relativo –una medida utilizada para medir la capacidad endulzante de una sustancia comparada con la sacarosa o azúcar de mesa– es de 300 a 500 veces más dulce. La sacarina no se metaboliza, se absorbe tal cual y es eliminada rápidamente por vía renal. Podemos decir, sin ninguna duda, que la sacarina no aporta ni una sola caloría.

En el terreno de las conspiraciones, podemos señalar que –a pesar de que el uso de la sacarina estaba autorizado en la mayor parte de países–, en otros, entre ellos Canadá, estaba prohibido. Una decisión tomada en base a unos estudios realizados con ratas en la década de los años 70, que apuntaron la posibilidad de que el uso del endulzante podría incrementar el riesgo de cáncer de vejiga en estos animales. Tras varios años de controversia y cierta cabezonería, Canadá levantó el veto a la sacarina en 2014. Tal y como se contrastó más tarde, las ratas de aquellos estudios fueron sometidas a dosis de sacarina absolutamente desproporcionadas, y los estudios posteriores jamás pudieron replicar en humanos el supuesto efecto observado en las ratas. Así pues, dentro de los márgenes contemplados en la IDA, el uso de sacarina puede entenderse como seguro.


Ciclamato
La búsqueda en 1937 de un fármaco contra la fiebre se topó con un inesperado hallazgo: el ciclamato sódico –más conocido como ciclamato a secas–, una sustancia de 30 a 50 veces más dulce que el azúcar con una vida comercial llena de altibajos y polémicas. Al principio se usó con tranquilidad, pero a finales de los sesenta cayó en desgracia, a raíz de experimentos con modelos animales similares al de la sacarina.

Se prohibió en numerosos países como Estados Unidos o Reino Unido, y no ha terminado de recuperarse. En EEUU sigue prohibido a día de hoy, y también diversos países de Sudamérica, sin embargo el Reino Unido levantó su veto tras la revaluación que la Unión Europea hizo de este en 1996. Lo podemos encontrar con el código E 952, y suele estar presente en una amplia variedad de alimentos y bebidas, de forma aislada o en combinación con otros edulcorantes.

La Ingesta Diaria Admisible establecida en la Unión Europea es de 7 mg de ciclamato por kilogramo, aunque algunos organismos internacionales como el de la OMS/FAO la ha situado en los 11 mg/kg. Su absorción es bastante limitada, y lo poco que se absorbe se elimina inalterado con la orina. Se han identificado algunas bacterias de la flora intestinal que pueden degradarlo y derivar en un metabolito potencialmente tóxico a dosis altas, algo bastante improbable siempre que se observe la correspondiente IDA.

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