Semblanza y trayectoria de Antonio Pais Castroagudín

SEMBLANZA Y TRAYECTORIA DE ANTONIO PAIS CASTROAGUDÍN

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25/03/2019 12:00:00

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Pepe Gónzález de la Cruz

Ex-jugador del Real Zaragoza, recibió a título póstumo una de las menciones «En el Recuerdo» en la Gala del Deporte 2018 celebrada en el Ayuntamiento de Zaragoza.

Antonio fue una de las personas más inteligentes con las que me topé en la vida. Tenía l gracia de una inteligencia natural que hacía que cualquier cosa le fuera fácil. Hay muchos modos de inteligencia, a decir de los padres de la Psicología. Existe la inteligencia matemática, o lógica; la inteligencia emocional, o de los sentimientos, la de supervivencia, y otras muchas, pero el signo externo más palmario e inequívoco de la inteligencia es el sentido del humor. Y yo sé que de eso iba sobrado.

Conocí a Antonio en el año 1984, yo tenía 33 años, y él 45, más o menos. Ya tenía el pelo blanco, cosa que, por educación y respeto, me obligó a llamarle de usted desde el primer día. Solo meneó la cabeza, pero no se enfadó. Hice amistad con él porque un día estaba yo jugando al tenis en el Tiro de Pichón con un amigo y se paró frente a la pista, me miró, y me dijo: “Chaval, te tengo que dar una oportunidad”. Cuando usted quiera, le dije yo. Y me la dio. Desde entonces y poco a poco fuimos tejiendo una amistad que pasó a ser eterna y, para mí, personalmente, gratificante. A poca gente le cuento yo mis particularidades, pero con él lo hice. Y él conmigo. Se fiaba mucho de mí, me dijo un día. Y yo pensé, qué gachó más iluso. Era un tipo sincero, y muy especial. No era nada fácil ser amigo suyo, no regalaba un gramo de amistad. Por lo que para mí fue un honor tenerlo como incondicional, y presumía de ello.

Era bueno y hábil en todo y jugaba bien a todo, al fútbol, a las cartas, al dominó, al billar (donde me hacía trampas), al tenis (donde también me hacía trampas), pero eran trampas con mucha gracia y sentido del humor. Yo también le hacía, y llegó un momento en que cuando jugábamos a lo que fuera, no importaba ganar o perder, se trataba de ver quién andaba más rápido de reflejos para colársela al otro. Fueron tiempos muy agradables, visto desde ahora, algo cortos. Yo le llamaba don Antonio Sacadós, porque cuando estábamos jugando al tenis, y servía yo, cada vez que la bola tocaba la raya y no la devolvía, decía: saca dos. Era un tipo humilde y llano, a pesar de que tenía motivos de sobra para no serlo.

Antonio jugó al fútbol en la élite, Celta, FC Barcelona, Mallorca, y se retiró en el Real Zaragoza. Pocas veces me hablaba de fútbol, pero cuando lo hacía era para resaltar las habilidades de los demás, nunca las suyas. Me decía que Di Stéfano era buenísimo, también Gárate, Carlos Lapetra, y su amigo Reija, etc. Y yo le preguntaba, ¿y tú? ¿Cómo eras tú? Y me decía, “yo era un pringao”. Yo no le vi jugar, pero quien le vio dice que tenía un don especial para tocar el balón, y debería ser así, porque con él jugué a muchas cosas y para todas tenía una habilidad personal que le hacía distinto.

Era persona de buenos sentimientos, agradecido, de buen corazón y espléndido. Yo aprendí de él varias cosas, una, a competir, y otra, a ser respetuoso con las cosas, esencias que siempre le agradecí, y él de mí no aprendió nada bueno, solo perrerías, pero también me las agradeció.

Ahora no sabemos dónde estará. Pero en algún sitio, seguro. Según la fascinación de la física cuántica es posible que ande esparcido en trocitos atómicos por el universo. Según Avogadro, y su constante, tendríamos que sentir merodeando cerca de nosotros alguna de sus moléculas. Y según la fe católica, debe estar en los cielos. Porque yo blasfemaba jugando al tenis, y él siempre hacía la señal de la cruz, y decía Ave María Purísima para salvarme el alma.

Así que, Antoñito, estés donde estés, no toques nada ni contestes a ninguna pregunta hasta que llegue yo. Porque era bien pensado, e ingenuo para algunas cosas, amable y confiado, a pesar de ser de Iria Flavia.

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