CUARTERO SE DESPIDIÓ AYER DEL ZARAGOZA
Fuente:
Heraldo de Aragón
Cuartero se despidió formando nudos en las gargantas. Con un discurso encharcado de emoción. Sincero, conmovedor, y, sobre todo, plagado de amor al único club de su vida. Le acompañaron el presidente Bandrés, Míchel Román, ex fisioterapeuta del primer equipo, cuñado y alma gemela en todos estos meses de calvario.
También el delegado Juan Morgado y tres compañeros, dos canteranos que se miraron en su reflejo, Zapater y Chus Herrero, y un amigo, Javier Paredes. Todos se emocionaron en el adiós.
«Ni en el mejor de mis sueños infantiles imaginé que hoy (por ayer), más de 20 años después, estaría aquí diciendo estas palabras», anunció Cuartero antes de acometer el grueso de su despedida: «Jamás me ha abandonado el orgullo de llevar el escudo del león en el pecho. Me he levantado cada mañana con el único objetivo de de honrar la historia de este club. Nunca consideré ser el mejor o el peor, mi reto fue siempre servirle (al Zaragoza) como el que más y hacer mi trabajo con entusiasmo».
Una infausta lesión de cruzados inició un calvario sin fin. Complicaciones, recaídas, quirófanos, horas de soledad, sonrisas y lágrimas, rabia, dolor, impotencia, esperanza... los ingredientes de estos dos años condujeron a Cuartero al punto donde los futbolistas dejan de serlo. Un momento del todo impredecible.
Todas las retiradas lo son. Pero no todas son igual de crueles. Hay quien dice que existen dos tipos de futbolistas: quienes deciden su final y quienes el final decide por ellos. A Cuartero, como antes en la historia reciente a otros capitanes y esencias del Zaragoza como Aguado, Láinez o César Jiménez (demasiados en tan poco tiempo), le quitó las botas el propio fútbol, la batalla. «He peleado con todas mis fuerzas contra una parte de mí que ha dicho basta, que ha sido más fuerte que yo. No ha sido por no haberlo intentado. Quise volver porque se lo prometí a mi hijo. Espero que me perdone», desveló entre sollozos.
Cuartero tuvo un recuerdo para toda su familia, ex compañeros, amigos y personas ligadas al club durante estos años. También para la afición: «Las muestras de cariño han sido mi consuelo y mi motor. Nunca podré devolver ni una milésima parte de lo que me habéis dado. Ni qué decir tiene que me hubiera gustado despedirme sobre el campo, simplemente no ha podido ser». Podrá decir adiós a La Romareda en el partido contra el Tenerife. El club ha decidido que ejecute el saque de honor y se le dedique una última ovación.
La Copa levantada al Madrid ‘galáctico’, la Copa de Sevilla, el 1-5 al Madrid, la Recopa (aunque aún como chico del filial), la Supercopa de España, aquellos dos partidos contra el Ajax en la Supercopa de Europa… instantes gloriosos e inolvidables como los amargos, el Aris, el Wisla, los descensos… «Siempre suele quedar lo bonito, pero me quedo con todo », aseguró.
Lo malo ha contado con un capítulo especial esta temporada. Marcelino, en vistas a su inactividad, le prohibió un lugar en el vestuario. El asunto posee mil versiones. Pero Cuartero nunca levantó la voz. Tampoco en el adiós: «Es el momento de mi despedida y no voy a entrar a valorarlo. Ha sido un año muy complicado y lo que se ha dicho tampoco es cómo se ha dicho. No es momento ni lugar. Le deseo (a Marcelino) toda la suerte del mundo porque su éxito lo será del Zaragoza». Ahora será un aficionado más y un trozo de historia del Real Zaragoza. «Aquí he sufrido, he llorado y, sobre todo he sido feliz. Me he hecho hombre en el triunfo y en el fracaso. Me he hecho hombre en el mejor club de mundo». Palabra de capitán. Palabra de Cuartero.