SD HUESCA UN AÑO MÁS
Fuente:
Heraldo de Aragón
Qué aroma tan distinto rodea un partido en el que los puntos no son trascendentes. Con el Huesca salvado de cualquier premura, la tarde se presentó como un acto de agradecimientos mutuos. El de la afición al equipo por cumplir su objetivo con nota. Y el del equipo a la grada, con una victoria como presente, por haberse sentido cariñosamente respaldados todo el año.
No es que el partido fuera lo de menos. Los de Calderón tenían ganas de quitarse ese malestar interior que dan diez jornadas sin poder vencer. Y necesitaban dar forma al regalo de la afición.
El Sevilla sacó una alineación de chikipark, con varios suplentes y juveniles. Necesitan probar el material del año que viene en una Segunda B que quizá se adecúe mejor a la idiosincrasia de un club especialista en fomentar la aparición de talentos emergentes.
Los chicos del mítico Diego Rodríguez, aquel melenas purasangre que encontró cobijo en el beticismo y en el sevillismo, pusieron tanto entusiasmo como bisoñez. Maneras tienen casi todos, pero están muy tiernos.
El escenario estaba a merced del Huesca. Podían elegir entre contagiarse del olor a pachanga de solteros contra casados o rebelarse contra la abulia y procurar entretenimiento al respetable. Se intentó lo segundo, con Camacho como maestro de ceremonias. El centrocampista remató de cabeza de forma impecable un gran centro de Ripa. Gol para enfocar la tarde y eliminar urgencias.
También Camacho obsequió al público con una gran volea que sacó astillas de un larguero de metal. En su cara de desolación se adivinaba su hambre. El mismo con el que empezó la Liga. Otro lujo para este equipo.
Luego se animó Corona. El central vio un pasillo, se extrañó de que no hubiera nadie y se adentró. La gente le incitaba a chutar y él se lo pensaba, se veía demasiado lejos. Al final sucumbió al quorum popular y le pegó fuerte y medio mordido. El cuero describió una parábola maléfica que dobló las manos de Ruyales. La megafonía se volvía loca y la gente soñaba con un pozal de goles. Fueron los minutos más lustrosos del Huesca, con Camacho y Rubén imitando a los 'guardiolines', con preciosas paredes elaboradas en una fracción de segundo.
La segunda parte tuvo veinticinco minutos para que cada cual optase por merendar, platicar con denuedo o incluso echar la siesta, porque lo que es en el césped no ocurría nada. Los chavalitos del Sevilla enseñaban su clase todavía desnuda de físico, mientras el Huesca se limitaba a estar.
Pero el público pidió más guerra y Calderón contribuyó a la causa moviendo el banquillo para espolear las motivaciones. El efecto fue inmediato, porque Rubén se la pasó a Jonan con carta de devolución y después el canario la enchufó en el segundo palo como si tal cosa. Roberto rozó el gol en un cabezazo y después dejó su sitio a Medina ante la ovación del público, a la que se sumó Calderón.
Qué aroma tan distinto rodea un partido en el que los puntos no son trascendentes. Con el Huesca salvado de cualquier premura, la tarde se presentó como un acto de agradecimientos mutuos. El de la afición al equipo por cumplir su objetivo con nota. Y el del equipo a la grada, con una victoria como presente, por haberse sentido cariñosamente respaldados todo el año.